Javier Hernández Alpízar
Al menos desde la aparición de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en 2005 y los textos que le antecedieron y siguieron, con críticas a López Obrador y al PRD –que en el curso de los años se han ido comprobando certeras y justas–, el diario La Jornada, desde su redacción, asumió una actitud cada vez más antizapatista.
La manera de cabecear y titular las notas comenzó a evidenciar la animadversión de la redacción contra el EZLN y la Otra Campaña. Las caricaturas editorializaron contra el EZLN.
Incluso en momentos de intensa represión contra la Otra Campaña, por ejemplo durante la represión en Atenco en 2006, hubo quienes prácticamente acusaron a Marcos de la represión orquestada por Fox y Peña Nieto, con la complicidad perredista en el Estado de México y ante el silencio electorero de AMLO, y hubo quienes distinguieron entre el movimiento “legítimo” que tomó Reforma y las protestas de la Otra Campaña y otros grupos, reprimidas (¿legítimamente?) por el gobierno del PRD en el DF.
La política editorial de La Jornada magnificó las críticas de Marcos a López Obrador, descontextualizadas, pues todas ellas se dieron en el marco del diálogo con organizaciones de todo el país, las cuales, o bien preguntaban la opinión de los zapatistas ante la coyuntura electoral, o bien expresaban denuncias graves en prácticamente todos los lugares donde gobierna el PRD.
Las críticas del EZLN a los panistas y los priistas se perdieron entre las páginas de interiores, mientras cada mención a AMLO era destacada en primera plana. Al parecer, esperaban quitar toda aura de radicalidad al movimiento electoral con el que La Jornada se comprometió, en aras de llegar a otros electores, algunos muy contentos con un AMLO aliado de Carlos Slim (personaje ahora magnificado por La Jornada).
La cada vez mayor subordinación de la línea editorial de La Jornada a lo que diga o deje de decir AMLO, y lo que hagan o digan los gobiernos del PRD en el DF, en Michoacán o en Chiapas –La Jornada celebró la llegada al gobierno de Chiapas de Juan Sabines, impulsado como su candidato por AMLO y por la coalición PRD- PT- Convergencia–, se ha ido reflejando cada vez más en el tratamiento editorial adverso al EZLN.
En artículos publicados en el medio impreso –de autores como Guillermo Almeyra–, se criticó y citó de manera fragmentada textos del EZLN que no se publicaban impresos y, en el menos grave de los casos, se posteaban en su sitio web.
El derecho de réplica fue reducido a una asimétrica difusión entre severas descalificaciones que circulan impresas y las críticas y respuestas del EZLN publicadas en línea, pero no impresas. En Xalapa llegamos a encontrar a lectores asiduos de La Jornada que ignoraban lo que estaban escribiendo los zapatistas y cuando les mostrábamos un texto tomado de la web, dudaban, porque no lo había leído en La Jornada.
Con la llegada de Juan Sabines al poder en Chiapas –según La Jornada, un duro revés a la derecha y un triunfo del lópezobradorismo–, fue relanzada la política de contrainsurgencia y paramilitarización que ataca al EZLN, sus Juntas de Buen Gobierno, sus Caracoles y bases de apoyo, contra las organizaciones indígenas, defensores de derechos humanos, adherentes a la Sexta Declaración, organizaciones independientes, algunas de ellas del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo y hasta contra simpatizantes del PRD reprimidos por el gobierno que llevó al poder su partido (“Chema” Hernández, por ejemplo).
A las denuncias de las organizaciones, grupos de derechos humanos, medios alternativos y periodistas independientes, el gobierno perredista de Juan Sabines ha contestado usando el dinero del pueblo chiapaneco y pagando gacetillas autoelogiosas en La Jornada.
Esta tendencia ha sido cada vez más cínica, y la han criticado organizaciones como Maderas del Pueblo de Sureste, que han exhibido cómo La Jornada publicó como nota informativa, sin indicar que es una gacetilla, fotos y notas que en Chiapas son publicadas por diarios oficialistas.
Eso se llama desinformar, y en medio de una guerra del gobierno federal, del gobierno chiapaneco, militares y paramilitares, contra las organizaciones populares de Chiapas, esa política editorial adquiere el carácter de complicidad con el gobierno y de contrainsurgencia.
El PRD en Chiapas se sumó a la contrainsurgencia desde 2003: Tiene paramilitares en Chiapas, que en las pasadas elecciones formaron parte de las redes de AMLO (así como hay porros y grupos de choque perredistas en las movilizaciones pro AMLO en el DF), pero la contrainsurgencia no es solamente la agresión física directa, también la desinformación es parte de la guerra.
La difusión de información falsa, elaborada por el gobierno de Juan Sabines, alcanzó la gota contrainsurgente que colmó el vaso con una nota del 25 de noviembre, en la cual La Jornada publicó mentiras de diputados de Chiapas que dicen haber recibido “peticiones” de zapatistas y de las JBG para “legalizar” su autonomía.
La Jornada publicó (27 de noviembre) una nota de Hermann Bellinghausen resumiendo la respuesta de las JBG zapatistas y, una vez más, relegó los comunicados a su espacio en internet, pero la información falsa (y no pueden llamarse a engaño porque sabían la fuente: Sabines) fue difundida no sólo por la red, sino impresa.
La credibilidad de La Jornada ha ido erosionándose no solamente por convertirse en el diario oficial de los gobiernos perredistas del DF, y en apologista de López Obrador, al grado que la información crítica sobre ellos se tiene que buscar en otros medios, no en La Jornada, sino que empieza a extenderse a los estados.
En Xalapa, rápidamente los lectores han sospechado de La Jornada Veracruz, ante la ausencia de crítica al gobierno priista estatal.
La información falsa sobre las JBG zapatistas es el clímax de una desinformación dosificada. Por fortuna, los zapatistas no están callados, como se imaginan quienes esperan solamente las palabras de la comandancia del EZLN. Las bases de apoyo y su autogobierno también tienen palabra y han dicho (respetando su español indígena):
“Todo estas mentiras del mal gobierno, de sus diputados y sus cómplices, es parte de un plan de contra insurgente para confundir a la opinión pública y para golpear la resistencia de nuestros pueblos en la lucha por construir su autonomía”. (JBG Corazón céntrico de nuestros pueblos, con sede en Oventik)
La caracterización del medio impreso fue contundente: “un periódico que les gusta mucho el dinero y publican las mentiras”. (JBG El camino del futuro, con sede en La Garrucha)
Los comunicados zapatistas completos, fechados el 26 de noviembre, pueden leerse en Enlace Zapatista, en Zapateando y seguramente en otros sitios de internet
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